
Iniciado por
MARIBELICA
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“El ocaso de los prestamistas exprés: cuando la usura ya no da beneficios”
Durante más de una década, los microcréditos y préstamos rápidos inundaron internet con promesas de dinero inmediato, sin papeleos y sin preguntas. Era el “dinero fácil” para quien más lo necesitaba: personas con urgencias económicas, con embargos, en paro o directamente excluidas del sistema bancario tradicional. Pero ese castillo de naipes empieza a derrumbarse. Y no por justicia social, sino porque el negocio, sencillamente, ya no es rentable.
???? ¿Qué son los microcréditos?
Se trata de préstamos de pequeño importe —entre 50 y 1.500 euros, normalmente—, a devolver en plazos muy cortos y con tipos de interés desorbitados. Bajo la apariencia de agilidad y modernidad, muchas de estas empresas aplicaban tasas anuales equivalentes (TAE) de más del 3.000%, multiplicando las cantidades adeudadas con cada prórroga.
El modelo era sencillo: captar clientes desesperados, aprobar préstamos en minutos, y generar beneficios no tanto por la devolución del capital, sino por los intereses, recargos, renovaciones automáticas y —si el cliente caía en mora— por la posterior venta de la deuda a empresas de recobro.
???? Un negocio insostenible
Pero el modelo se agotó. En los últimos meses, varias de estas empresas han cerrado, cesado operaciones o entrado en liquidación: Twinero, Creditea, Moneyman, QuéBueno… Algunas, como Twinero, vendieron sus carteras a empresas como Garnet Partners antes de desaparecer del radar. Otras, simplemente dejaron de conceder préstamos. ¿La razón? Demasiada morosidad y cada vez más reclamaciones judiciales.
La burbuja reventó: prestar a quien no puede devolver acaba teniendo consecuencias. Y no solo para los consumidores.
???? Una clientela al límite
Los clientes de estos prestamistas no son especuladores. Son mileuristas, autónomos sin red, familias con ingresos inestables, víctimas de separaciones, ERTES o enfermedades. Personas que, ante la falta de acceso a financiación tradicional, caen en la trampa del “minicrédito”. Pero devolver 300 euros en 30 días con un 40% de recargo por prórroga no es una solución. Es una condena.
Muchos acaban atrapados en una rueda de préstamos encadenados para pagar otros anteriores, acumulando deuda tras deuda, intereses sobre intereses. Un modelo que roza —y muchas veces cruza— los límites de la usura.
???? El coste humano: ansiedad, insomnio, adicciones
El impacto de esta trampa va mucho más allá del bolsillo. El daño psicológico causado por los microcréditos ha sido profundo. Quienes los han padecido saben lo que es vivir con ansiedad diaria, miedo a abrir el buzón, insomnio, depresión y crisis de pánico. Muchas personas han sufrido acoso telefónico o amenazas encubiertas de recobro, con consecuencias directas sobre su salud mental y física.
En otros casos, los préstamos han alimentado adicciones: personas ludópatas que han recurrido a estos créditos rápidos para seguir jugando, compradores compulsivos que se endeudan para sostener un consumo fuera de control, o personas con trastornos de salud mental que firmaban préstamos sin plena conciencia de sus consecuencias.
El resultado: un daño integral que ha roto relaciones, arruinado vidas y dejado cicatrices invisibles, pero muy reales.
???? Un entorno legal más estricto
La presión de asociaciones de consumidores y jurisprudencia reciente ha comenzado a poner freno al descontrol. La ley de crédito al consumo, el control de TAE abusivas y sentencias del Tribunal Supremo han establecido límites más claros. Además, el nuevo Reglamento Europeo de crédito al consumo, que entrará en vigor progresivamente entre 2025 y 2026, exigirá mayor transparencia y protección al consumidor.
Esto, sumado a una ciudadanía más informada y dispuesta a reclamar, ha obligado a muchos prestamistas a cambiar de estrategia o cerrar.
???? ¿Y ahora qué?
El problema no ha desaparecido. Las empresas de recobro que han heredado estas carteras de deuda siguen reclamando importes muchas veces inflados, sin aportar los contratos originales o sin justificar los intereses exigidos. En otros casos, utilizan tácticas intimidatorias o simplemente agotan al deudor con amenazas vacías.
Pero hay esperanza: la justicia ha empezado a dar la razón a los consumidores. Cada vez más personas recuperan lo pagado de más. Y lo que parecía un sector intocable, comienza a desmoronarse.
???? Conclusión
Los prestamistas rápidos no han cerrado por ética, sino por falta de rentabilidad. Pero su hundimiento demuestra algo importante: cuando se planta cara, cuando se informa, se reclama y se organiza, el poder cambia de manos.
Tal vez no sea el final de la usura disfrazada de ayuda, pero al menos, es un paso más hacia una sociedad más justa. Y mejor informada.
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